LENGUAJE ORDINARIO


El lenguaje ordinario es el que primero aprendemos y habitualmente utilizamos para comunicarnos. También se llama lenguaje común o lenguaje corriente. Debido a su vaguedad, ambigüedad y capacidad de generar paradojas, resulta insuficiente como medio de expresión para las ciencias. Éstas necesitan la construcción de lenguajes artificiales (como, por ejemplo, el lenguaje formalizado de la lógica proposicional) en cuanto instrumentos especializados que permiten emplear expresiones lingüísticas mucho más precisas y exactas.
Esto tampoco es un término técnico de la psicología interconductual. En el diccionario encontramos dos acepciones principales que pueden denotarse mediante dos expresiones:
1. Tu lenguaje es muy ordinario (vulgar, común, sin calidad). Este sentido suele emplearse de manera peyorativa para indicar que no existe calidad o que es propio del vulgo o del pueblo. Sin embargo, recordemos que vulgo en latín es la expresión que se refiere al pueblo, esto es, todo aquel que no es aristócrata o noble. Esta acepción no tiene ninguna relación con el empleo de este término en esta obra.
Otro sentido del término se presenta en la siguiente proposición.
2. Pandulfo lee el periódico ordinariamente (de manera común, usualmente). En otras palabras, se dice que Pandulfo lee el periódico diariamente. Algo que es común, corriente, usual o vulgar es algo ordinario. Estrictamente el término no es peyorativo aunque paradójicamente, en el lenguaje ordinario, sí tiene ese sentido. Alude más bien a una existencia frecuente o práctica usual de algo. En este sentido, jugar golf no es tan ordinario como decir buenos días.           
De acuerdo a lo anterior, en esta obra, el lenguaje ordinario es el que usa cualquier persona cotidianamente, de manera usual. Es el lenguaje que emplea para hablar con sus semejantes, sus amigos, su familia, su mascota. Lo que dice es entendible por la mayoría de las personas, aunque a veces sea poco claro. Por ejemplo, un adolescente le puede decir a otro: “no guey, la fiesta de anoche estuvo padre, conocí gente x y tocaron música como buena onda pues.” Ante esto, el adolescente que escucha puede darse por satisfecho o posiblemente preguntar específicamente sobre lo que se le dijo para saber algo más de lo que acaba de escuchar. En otras palabras, el lenguaje ordinario es el que entienden las personas con las que se convive.
Otro ejemplo del lenguaje ordinario ocurre cuando una persona le dice a otra: “Quería que me tragara la Tierra; me moría de vergüenza pues tenía la respuesta en la punta de la lengua; pero me quedé helada y por eso me sentí como cucaracha”. Sabemos que la persona que nos dice esto, en realidad no quería que se la tragara la Tierra (sería una muerte terrible), no se estaba muriendo, pues quienes estaban presentes hubieran llamado una ambulancia para que la atendieran. Tener algo en la punta de la lengua obliga a tragarlo o escupirlo, si se hubiera quedado helada, no estaría hablándome ahora tan campantemente y podría describir los sentimientos de una cucaracha (si es que tal cosa existe). A menos que se quiera hacer una broma, nadie le diría algo de lo anterior.        
El lenguaje ordinario nos permite hablar con las personas que nos rodean y para ello empleamos las palabras y expresiones que son ordinarias. Otra forma de nominarlo es lenguaje coloquial y por eso se emplea como sinónimo.           
Al lenguaje que pretende ser diferente al ordinario se le llama de muchas formas: técnico, especializado, caló, científico, etc. La diferencia con el lenguaje ordinario es que sólo quienes participan en esas comunidades lo emplean y se entienden entre sí.

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